Como una forma de limpiar lo feo nace esta nota que rescata lo bello de la llegada de mi Amaro... bueno su sola presencia hace que todo sea simplemente maravilloso... escrita el 27 de mayo...
Amaro duerme pegadito a mi pecho. Me lo puse en el mei tais porque no tenía ganas de estar en su cuna y yo pretendía ordenar un poquito la casa... sin embargo me ganaron las ganas de escribir.
En la nota anterior escribí sobre el lado negativo de mi parto y quedé debiendo lo lindo... ahora, con mi pequeñito a cuestas, tal como cuando lo tenía dentro de mi, y con la nostalgia de la lluvia, quiero recordar ese hermoso día soleado en que mi vida se transformó mágicamente.
28 de febrero de 2012, faltando 10 minutos para las 10 de la mañana siento la primera contracción. No se parecía a ninguna de las que había sentido antes e inmediatamene pensé "¿será que hoy si es el día?". Amaro tenía fecha de nacimiento para el 29 de febrero, ese día se cumplían las 40 semanas. Pero todos pensabamos que se adelantaría pues durante diciembre y enero tuve muchas contracciones. Sin embargo, llegó febrero y los días pasaban sin novedad. Comencé a sentir la ansiedad de la familia y los amigos, y con ella también comenzó a aumentar la mía. Tenía mucho susto de que las semanas pasaran y finalmente tuvieran que hacer una inducción o una cesarea... ¡¡yo quería un parto!!
A las 10 de la mañana vino la segunda contracción. Con René nos miramos con cara de "¡uuuhhhh! ¿será?". Recuerdo que me subí a la pelota de pilates y comencé a hacer los ejecicios que había practicado de apertura de pelvis y caderas. Minutos después, otra contracción. Decidí ir a ducharme altiro pues sabía que era el día y que las cosas se pondrían más complicadas. En la ducha, muchas contracciones más. Recuerdo que le gritaba a René cuando venía una para que anotara la hora y así no perder ningún registro.
Justo ese día se nos habían acabado las cosas para comer, así que René se duchó rápidamente y fue al súper. Mientras tanto yo colgaba una ropa que habíamos lavado, claro que haciendo pausas para respirar y tolerar las contracciones que no paraban.
Al llegar René del súper me encuentra haciendo yoga, escuchando mis amados mantras cantados por Snatam Kaur. Comenzaba el camino hacia mi interior, a conectarme con mi cuerpo y mi amado Amaro que se movía cada cierto rato. Preparó un almuerzo rápido y calórico: ensalada de fideos y de postre papayas al jugo. Cada cierto rato debía parar y respirar pues las contracciones se hacian mas fuertes.
Debo contar, para quienes no sepan, que las contracciones son como dolores mestruales... ¡pero 100 veces más fuertes! En mi caso empezaron cada 10 o 15 minutos y antes de partir a la clínica eran cada 4 o 5. Parten despacio, aumentan en intensidad y luego bajan, durando como un minuto más o menos (pero una las siente más cortas). Entre contracción y contracción no hay dolor. Son ritmicas, por eso cuando les reconoces el ritmo es fácil sobrellevarlas. Para eso hay que conectarse con una y el bebé, y en eso, para mi, el yoga prenatal fue fundamental.
Nuestro trabajo de parto fue sin duda alguna la experiencia más hermosa de mi vida. Y digo "nuestro" porque trabajamos los tres. Esas horas que estuvimos en la intimidad de nuestro bello hogar, con los mantras sonando, el aroma a jazmín y respirando juntos los tres en cada contracción fueron las horas más sublimes que he experimentado, nuestro amor inundaba todo y si antes amaba a René, desde ese día que lo amo el doble.
Pasé las horas sentada y recostada sobre la pelota de pilates y colgando del cuello de René, usando todas las posiciones que aprendimos en un taller llamado "Parir en movimiento" realizado en Obsnatura (un lugar que recomiendo a toda futura mamá). Y creo que habría podido incluso seguir hasta parir en mi casa, pues la tranquilidad era tal que lo único que habría deseado era haber dejado fluir todo el proceso. Pero no estabamos preparados para recibir al Amaro acá, así que a eso de las 7 de la tarde partimos a la clínica.
En el camino escuchamos una y mil veces "te llevo para que me lleves" de Cerati. Como nunca no había taco en Alvarez, por lo que llegamos como en 15 minutos al Hospital Clínico. Ahí nos esperaban mis papás. Recuerdo que mi papá me acercó una silla de ruedas y yo lo que menos quería era no moverme, así que tuvo que devolverla y yo seguí caminando hasta el ascensor. Lo feo ya se los conté en la otra nota así que me saltaré la historia hasta después de la epidural (que no duele cuando la ponen), cuando al fin René estaba junto a mi nuevamente.
Recuerdo que me sentaron para que la gravedad hiciera su trabajo. Las fotos del momento lo dicen todo: ¡mi sonrisa era de dos metros!, estabamos felices y ansiosos, al fin venía Amaro. Por suerte René pudo entrar al pabellón, además de sus cámaras, el ipod con los mantras. El Mul Mantra fue mi compañero cuando llegó el momento de pujar. Tomaba aire, cerraba mis ojos y con la dificultad de no sentir al cien por ciento mis caderas y pelvis por la anestesia, enviaba toda mi energía ese lugar de mi cuerpo y a mi hijo. René dice que puje como media hora o más, yo no sé de tiempos, sólo sé que le hablaba a mi hijo dándole ánimo para seguir, pues quedaba poquito para conocernos.
Mientras estaba en eso, la matrona me dice "Caro, el Amaro va a venir cansado igual que tú, así que cuando salga seguramente se lo van a llevar y te lo traerán después", con esas palabras me entregé a Dios y le dije al Amaro "ya hijo, sal ahora, sal ya" y a los segundos escucho que dicen "¡mira René ahí viene!" entonces abro los ojos y veo a ser más hermoso del universo llorando a todo pulmón. Mi hijo era fuerte y no quizo que lo separarán altiro de su madre, así que lo puse en mi guata y... ¡Dios que hermoso recuerdo! sentí su piel y su calor... y lo amé el doble inmediatamente. Con su padre emocionado hasta el punto que se le olvidó sacar fotos, le comenzamos a hablar, a tratar de calmarlo... y así fue, dejó de llorar... ¡mágico!
Después de unos minutos, se lo llevaron para hacerle los inoportunos exámenes. René se fue con él y le hablaba constantemente, diciendole que estuviera tranquilo que él estaba a su lado... y Amaro lloraba poquito, estoy segura que sentía la protección de su padre... ¡más magia!
Sé que las cosas pudieron ser mucho mejores, pero así como fueron, fueron maravillosas. Amé a mi hijo desde el primer momento y a René al final del día lo amaba tres veces más. Agradezco a la vida la posibilidad de ser madre, de parir a mi hijito y de poder disfrutar de cada una de sus sonrisas que llenan cada rincón de mi corazón.
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