lunes, 29 de octubre de 2012

Mea culpa (29 de junio día mundial del sueño feliz... #desmontandoaestivill)


Una de las tantas cosas que he aprendido desde que soy madre es reconocer cuando se debe guardar silencio. Las personas generalmente vamos por la vida sin preocuparnos mucho de los efectos que las palabras tienen en las y los otros, muchas veces hablamos sin pensar bien lo que decimos, o lo que es peor, lo hacemos con plena ignoracia. Escribo esta nota para hacer un mea culpa, pues yo también me equivoqué. 

Dentro de tantas cosas que una habla a diario, quiero centrarme en aquellas palabras que salieron de mi boca en torno a la maternidad antes de ser madre. Parto lamentando enormemente haber tenido el descaro de hablar sin tener un crío en los brazos, porque vaya que cambian los conceptos cuando un hijo te mira a los ojos.

Mi ignoracia sobre lo que significa ser madre me llevó a pensar y decir cosas que ahora considero equívocas y hasta ridículas, pero lo peor es que muchas veces se las dije a mujeres que tenian la dificil tarea de tener a cargo la vida de sus pequeños... ¡mal! Sinceramente espero que esas mujeres hayan pensado "claro, esta habla porque no tiene hijos" y no me hayan hecho el menor de los casos. Sin embargo, es posible que alguna de mis ideas haya podido sembrar la duda en estas madres, insegurizarlas, confundirlas... si fue así, sinceramente, les pido disculpas, pues de verdad no sabía lo que estaba diciendo.

Antes de tener a mi Amaro en los brazos, era de las que pensaba que, por ejemplo, a los tres meses mis hijos se irían a dormir a su pieza, para que se acostumbraran a dormir solos y bien; que dejarlo llorar un rato no estaba mal pues te podían manipular si atendías su llanto inmediatamente o que estar 6 meses con tu hijo era suficiente, pues después era necesario volver a hacer tu vida. Hoy recuerdo esas palabras saliendo de mi boca, con la convicción de estar en lo correcto y no me queda más que reconocer, incluso con un poco de vergüenza, mi enorme ignorancia. 

Y no es que ahora, magicamente por tener un hijo esas ideas se modificaron. Si fuera así de simple entonces ninguna madre las pensaría (cosa que lamentablemente no ocurre). Esas ideas salieron de mi cabeza gracias a que durante mi embarazo, alcancé un nivel de consciencia tan grande sobre lo que en mi cuerpo estaba ocurriendo y eso me aterró tanto que me vi en la necesidad de aprender más, de meterme en este nuevo mundo y conocerlo, hacerme amiga de él desde antes que llegara el día.

Fue así como empecé a navegar en un mar de ideas y costumbres. Escuchaba a mamás hablando de cómo criaban, a través de internet fui descubriendo métodos y teorías, mucha información flotaba en mi cabeza mientras mi gordo crecía y crecía en mi panza.

Pero de a poco, ese caos se fue disolviendo, junto como crecía el amor que sentía por mi hijo. Recuerdo que no tenía más de dos meses de embarazo cuando leí "Duérmete niño" de Eduard Estivill y me pareció práctico, aunque un poco extremo cuando decía que si un niño vomitaba había que dejarlo pues se lo estaba induciendo. Sin embargo, a medida que Amaro y mi amor por él crecián, me iba pareciendo cada vez más y más cruel ese método.

Junto a esto nuevas ideas llegaban a mi, ideas que se acercaban mucho más al amor que aumentaba rápidamente por mi pequeño. La crianza con apego era el concepto que más sonaba en mi cabeza, pero era dificil aceptarla plenamente, ya que sentía que estaba haciendo algo que socialmente sería desaprobado. Lactancia prolongada, colecho, eran conceptos que me costaba asimilar.

La batalla entre mi amor por Amaro y lo "políticamente correcto" siguió hasta que nació mi pequeño, hace cuatro meses atrás. Una noche, en la clinica, vinieron a buscar a mi hijo para llevarselo a la Neo... él se puso a llorar... pero la enfermera se lo llevó igual... inmediatamente me puse a llorar yo... y fue ahí cuando entendí que lo que haciamos no tenía sentido. Si ambos deseábamos estar juntos, eso era lo que debíamos hacer ¡y punto! La respuesta era mucho más simple y no necesitaba encontrarla en ningún libro: seguir mi instinto.

Desde ese día que decidí consientemente no dejar llorar jamás a mi pequeño y tenerlo tan pegado a mi como fuera posible. Agradezco que la vida se haya encargado además de entregarme más herramientas para sustentar mi instintiva decisión (sé que no debería ser necesario, pero es bueno cuando se está acostumbrado a ser tan racional). Libros como "Bésame mucho" de Carlos Gonzalez, otros cuantos de Laura Gutman, más cientos de mamás que leo en diferentes foros y blogs me ayudan a mantenerme firme en esta forma de amar/criar y no quebrarme frente a las potentes presiones externas que a veces intentan separarme de mi hijo.

La pelea contra el entorno es fuerte y siento que no terminará pronto. Sin embargo ver cómo mi hijo crece feliz y saludable me da fuerza para seguir contra viento y marea. Es por esto que pido disculpas por mi comportamiento anterior, ya que ahora, que si tengo a un hijo que duerme pegadito a mi pecho en su portabebés sé lo dificil que es ser una mamá que cria con apego y nadie, absolutamente nadie debería hacer su tarea aún más pesada, sembrando dudas o mirando feo.

Hoy mi Amaro está tan pegado a mi como él quiera, día y noche tiene el amor, el cuerpo y la leche de mamá a su disposición... y siento que es un bebé feliz por como ríe y crece, y yo me siento la mamá más feliz del mundo.

29 de junio Día mundial del sueño feliz... #desmontandoaestivill   NO AL DUERMETE NIÑO!!

¡¡Maternidad al desnudo!!


Y para reír un poquito, el lado B de la maternidad, escrito un 11 de junio...

No sé si lo saben, pero un bebé que es alimentado exclusivamente con leche materna, desde los dos meses pueden pasar hasta cinco días sin "vaciar su guatita". Esto debido a que la leche es tan nutritiva que deja poco para desechar, por lo tanto, los peques lo van acumulando hasta que un día, sin aviso alguno, ¡¡viene el destape!! y como dicen por ahí... ¡¡OMG!! Estamos hablando de que no queda más remedio que realizar un baño express y de emergencia, y hacer de tripas corazón para que el lindo osito que le habíamos puesto, o la bella tenida regalada por la abuelita vuelvan a verse -y oler- como antes del "dramático episodio".

Estoy segura que más de alguna mamá que lea esto se reirá y me encontrará toda la razón. Pero les pregunto a ellas y las que aún no tienen un hijo en brazos, ¿tenían o tienen total conciencia de que esas cosas pasan cuando tienes un bebé? Cuando se está embarazada te cuentan mil historias como esas, así como queriendote preparar para lo que viene -o meterte miedo, a veces queda la duda-, y en el mejor de los casos, si la futura mamá no tiene mayores rollos con los "desechos orgánicos" y ha mudado una que otra guagüita por ahí, pensará "ah! pero no debe ser tanto, total sólo toman leche". Bueno, yo era de esas... ¡¡hasta que me pasó!! recuerdo que René se reía al escucharme repetir en voz alta mientras hacía el trabajo sucio, "¡eres mi hijo y te amo más que a nada en la vida!" ¡¡es que de verdad no hago eso por nadie más!! Mientras tanto, mi Amaro, feliz riéndose.

Y es que así es la maternidad al desnudo. ¡Olvídense de las fotos publicitarias donde una mamá aparece tranquila, maquillada, peinada, con una linda tenida  y con el bebé en brazos! ¡son puras mentiras para que una caiga en el engaño! jajajaja, bromas. Pero de verdad, hay muchas cosas que nadie las cuenta, o que si lo hacen una simplemente no puede dimensionarlas.

Como amamantar, otro buen ejemplo. Cuando esperas la llegada de tu bebé tienes dos posibilidades: o te mueres de susto de amamantar por las terribles historias que te han contado de pezones sangrantes y mastitis infernales; o te informas sobre como hacerlo de manera correcta. En mi caso, opté por la segunda. Leí cuanto artículo pillé sobre lactancia materna, pregunté a todas las mujeres que conocía que habían tenido una buena experiencia... es decir, todo tendría que salir genial, sin embargo, ¡¡otra cosa es con guagua!!

En la clínica, con el Amaro en brazos, quedé con la cabeza en blanco, pues nadie me dijo "ah! pero los recién nacidos como que duermen no más y aún no están entusiamados con mamar" plop! Ahí estaba yo con mi gordo que al igual que su madre -antes de ser madre- era bueno para la pestaña. Recuerdo que haciamos de todo con René para despertarlo y él ni se inmutaba. Lo peor es que estaba la presión de que si no mamaba le meterían relleno (pues parece que nadie les dijo a los de la neo que a una madre estresada le complica un poco más amamantar... en fin).

Una vez en casa, Amaro ya estaba más despierto, pero otra gran sorpresa... ¡nadie dijo que los bebés pueden pasar hasta más de media hora tomando papa por lado! Puedo contarles que si ya había visto todos los capítulos de Friends antes del Amaro, ahora creo que los he visto unas tres veces cada uno. Me sé la programación entera de casi todos los canales. He leído como cuatro libros y por si no lo han notado, tengo tiempo para revisar y actualizar facebook. Ah! y claro, me sobran minutos para divagar en las profundidades del puerperio... y Amaro sigue llenado sus tripitas.

Si alguna futura mamá lee esta nota, le recomiendo "Un regalo para toda la vida" del pediatra español Carlos González. Lo mejor que he leído para prepararse y tener una lactancia exitosa.

Me imagino que muchas saben lo que es trasnochar. Yo suponía que también lo sabía, pues el bar La Playa era casi que mi segundo hogar... pero eso no es nada en comparación a lo que se duerme con un bebé pequeño. Aún recuerdo la cara de loco de René la primera mañana de Amaro en casa, ¡es que no dormimos nada! pues como buenos padre primerizos teníamos terror de que la guagüita dejara de respirar, entonces nos turnabamos para dormir. Una rutina que pudimos sostener con suerte una semana, luego, nos dimos cuenta que nada pasaría y nos entregamos a descansar al menos un par de horas.

Para que se hagan una idea, el primer mes Amaro tenia hambre cada 3 horas en promedio, día y noche. Tras lo cual había que sacar chanchitos, mudar y volverlo a acostar. Futuras madres un consejo: si su guagua duerme, usted DUERMA! es la única forma de sobrevivir sin volverse loca, olvidese de lavar loza, de atender visitas, de ducharse, sólo duerma. Hoy, a los 3 meses Amaro se duerme a las 21 y despierta entre las 2 y las 3 am... ¡¡vamos que algún día recuperaremos los 8 horas!!

Otra cosa que no se sabe es que la lavadora aumentará al doble su trabajo. Una cree que es fácil lavar la ropa del bebé, total es chiquitita. Pero no es así, las primeras semanas entre nuestra inexperiencia y sus múltiples idas al baño y devoluciones lácteas, al menos en un día hay que cambiales la muda una vez, y así vamos sumando ropa sucia y agotando piluchos y balerinas. Y no se trata de que queramos que la guagua ande pintosa, sino que los olores pasan la cuenta. 

¿Acostumbrada a darse duchas largas, aplicarse crema de peinar, depilarse? Bueno, esas y muchas cosas más con un bebé simplemente desaparecen, hasta que un dia casi que por accidente te tropiezas con un espejo y ¡oh! se hacer urgente dejarle a la guagüita al menos una media hora al papá para poder echarse, a esa altura, ¡una manito de tigre!

Y así podría seguir enumerando cosas que se descubren sólo cuando nace una madre. Parece terrible, ¿no? Sin embargo una está dispuesta a eso y mucho más. Y es que otra cosa que cuesta dimensionar es cuando te dicen que se ama al hijo más que nada en la vida. Eso sólo lo entiendes cuando lo tienes en los brazos, y seguramente las que son madres coincidirán conmigo cuando digo que basta una sonrisa de tu guagua y todo el sacrificio está compensado.

A un año del destello...

Celebrando un año de la existencia de Amaro, lo escribí el 6 de junio...

Dicen que cuando un óvulo es fecundado se produce un destello, una luz brillante que es la primera señal de que una nueva vida viene en camino. Recuerdo que la primera vez que escuché eso fue en una clases de preparación de parto a la que fuimos con René, y la emoción me llenó el corazón, pues mi hijo era eso, una nueva luz para nuestras vidas, una nueva energía que nacería de la suma de la energía del amor de los dos.

De eso hace ya un año, y en este primer aniversario quisiera dedicar unas palabras a ese mágico momento en el que tuve la bendición de generar una vida en mi interior. Uso la palabra mágico, pues estar embarazada es eso ¡pura mágia en nuestro cuerpo! la forma en que todo se desarrolla, se tranforma y crece es, para mi, la evidencia de que somos más que materia y que lo que nos mueve es una energía divina que permite el milagro de la vida.

Recuerdo que hace un año atrás jamás me habría imaginado que hoy sería mamá. Mi cabeza daba vueltas en cosas que ahora siento tan lejanas y banales. No me sentía preparada en lo más mínimo para asumir lo que en ese momento veía solo como "una enorme responsabilidad" sin vislumbrar que lejos de ser eso, la maternidad es un regalo de la vida que lo que más te entrega es amor incondicional.

Para mí, la llegada de Amaro no fue preparada por nosotros, sus padres, sino que fue decidida por él. Me gusta imaginarme que en algún lugar del universo, el cosmos, el espacio, ¡no sé donde! estaba el alma de hijo queriendo venir a este mundo y de pronto nos vio. Él, un hombre de corazón gigante, soñador, creativo, luchador y chistoso. Ella, una soñadora ordenada, buscando su lugar en el mundo. Siento que su alma nos vio y digo "yo le diré a ella cual es su lugar y él nos acompañará, amará y protegerá".

Esa es la forma que tengo de explicar la llegada de Amaro, pues desde que supimos que venía, sin proponernos, nuestras vidas se ordenaron de esa manera. Supe que mi lugar en el mundo era ser su madre y que mi tarea es acompañarlo en este viaje que escogió hacer y René, por su parte, ha sido nuestro protector desde el comienzo, llenandonos de amor y energía.

Todo ha fluido como si estuviera escrito y siento que ese plan lo preparó mi Amaro antes de llegar a este mundo. Por eso le agradezco que me escogiera como madre, que me permitiera replantearme la vida entera, que me regalara momentos de infinita alegría y que pudiera conocer lo que significa de verdad la palabra amor.

Todos esos cambios comenzaron lentamente, tal como él crecía en mi vientre. Y es que como me decía mi queria amiga Alejandra cuando le hablaba de mis miedos y ansiedades, el embarazo dura nueves meses porque una necesita tiempo para adaptarse. Por eso es necesario darse ese espacio y conectarse con el bebé. Recuerdo que a Amaro le hablaba mucho, lo abrazaba, le hacia cariño y jugábamos, y me imagino que por esa razón cuando nació lo amé inmediatamente, pues no era un desconocido.

Desde mi experiencia, puedo decir que dependiendo de la forma en que se viva el embarazo es que se estará mejor o peor preparada para la llegada del esperado bebé. El nacimiento de un hijo es un momento tan potente en nuestras vidas que si no existe un vínculo previo de amor y entrega, la tarea sin duda alguna debe hacerse mucho más dificil.

Por eso, les digo a las futuras mamás y papás disfruten del proceso de crear vida, entreguense a ese pequeño que crece en sus guatitas, pues con esa energía harán que su vida sea una luz que los guie en la nueva y compleja etapa de padres. Y cuando el bebé nazca, sigan sus instintos, pues sólo ahí encontrarán todas las respuestas.

La llegada de Amaro


Como una forma de limpiar lo feo nace esta nota que rescata lo bello de la llegada de mi Amaro... bueno su sola presencia hace que todo sea simplemente maravilloso... escrita el 27 de mayo...

Amaro duerme pegadito a mi pecho. Me lo puse en el mei tais porque no tenía ganas de estar en su cuna y yo pretendía ordenar un poquito la casa... sin embargo me ganaron las ganas de escribir.

En la nota anterior escribí sobre el lado negativo de mi parto y quedé debiendo lo lindo... ahora, con mi pequeñito a cuestas, tal como cuando lo tenía dentro de mi, y con la nostalgia de la lluvia, quiero recordar ese hermoso día soleado en que mi vida se transformó mágicamente.

28 de febrero de 2012, faltando 10 minutos para las 10 de la mañana siento la primera contracción. No se parecía a ninguna de las que había sentido antes e inmediatamene pensé "¿será que hoy si es el día?". Amaro tenía fecha de nacimiento para el 29 de febrero, ese día se cumplían las 40 semanas. Pero todos pensabamos que se adelantaría pues durante diciembre y enero tuve muchas contracciones. Sin embargo, llegó febrero y los días pasaban sin novedad. Comencé a sentir la ansiedad de la familia y los amigos, y con ella también comenzó a aumentar la mía. Tenía mucho susto de que las semanas pasaran y finalmente tuvieran que hacer una inducción o una cesarea... ¡¡yo quería un parto!!

A las 10 de la mañana vino la segunda contracción. Con René nos miramos con cara de "¡uuuhhhh! ¿será?". Recuerdo que me subí a la pelota de pilates y comencé a hacer los ejecicios que había practicado de apertura de pelvis y caderas. Minutos después, otra contracción. Decidí ir a ducharme altiro pues sabía que era el día y que las cosas se pondrían más complicadas. En la ducha, muchas contracciones más. Recuerdo que le gritaba a René cuando venía una para que anotara la hora y así no perder ningún registro.

Justo ese día se nos habían acabado las cosas para comer, así que René se duchó rápidamente y fue al súper. Mientras tanto yo colgaba una ropa que habíamos lavado, claro que haciendo pausas para respirar y tolerar las contracciones que no paraban.

Al llegar René del súper me encuentra haciendo yoga, escuchando mis amados mantras cantados por Snatam Kaur. Comenzaba el camino hacia mi interior, a conectarme con mi cuerpo y mi amado Amaro que se movía cada cierto rato. Preparó un almuerzo rápido y calórico: ensalada de fideos y de postre papayas al jugo. Cada cierto rato debía parar y respirar pues las contracciones se hacian mas fuertes.

Debo contar, para quienes no sepan, que las contracciones son como dolores mestruales... ¡pero 100 veces más fuertes! En mi caso empezaron cada 10 o 15 minutos y antes de partir a la clínica eran cada 4 o 5. Parten despacio, aumentan en intensidad y luego bajan, durando como un minuto más o menos (pero una las siente más cortas). Entre contracción y contracción no hay dolor. Son ritmicas, por eso cuando les reconoces el ritmo es fácil sobrellevarlas. Para eso hay que conectarse con una y el bebé, y en eso, para mi, el yoga prenatal fue fundamental.

Nuestro trabajo de parto fue sin duda alguna la experiencia más hermosa de mi vida. Y digo "nuestro" porque trabajamos los tres. Esas horas que estuvimos en la intimidad de nuestro bello hogar, con los mantras sonando, el aroma a jazmín y respirando juntos los tres en cada contracción fueron las horas más sublimes que he experimentado, nuestro amor inundaba todo y si antes amaba a René, desde ese día que lo amo el doble.

Pasé las horas sentada y recostada sobre la pelota de pilates y colgando del cuello de René, usando todas las posiciones que aprendimos en un taller llamado "Parir en movimiento" realizado en Obsnatura (un lugar que recomiendo a toda futura mamá). Y creo que habría podido incluso seguir hasta parir en mi casa, pues la tranquilidad era tal que lo único que habría deseado era haber dejado fluir todo el proceso. Pero no estabamos preparados para recibir al Amaro acá, así que a eso de las 7 de la tarde partimos a la clínica.

En el camino escuchamos una y mil veces "te llevo para que me lleves" de Cerati. Como nunca no había taco en Alvarez, por lo que llegamos como en 15 minutos al Hospital Clínico. Ahí nos esperaban mis papás. Recuerdo que mi papá me acercó una silla de ruedas y yo lo que menos quería era no moverme, así que tuvo que devolverla y yo seguí caminando hasta el ascensor. Lo feo ya se los conté en la otra nota así que me saltaré la historia hasta después de la epidural (que no duele cuando la ponen), cuando al fin René estaba junto a mi nuevamente.

Recuerdo que me sentaron para que la gravedad hiciera su trabajo. Las fotos del momento lo dicen todo: ¡mi sonrisa era de dos metros!, estabamos felices y ansiosos, al fin venía Amaro. Por suerte René pudo entrar al pabellón, además de sus cámaras, el ipod con los mantras. El Mul Mantra fue mi compañero cuando llegó el momento de pujar. Tomaba aire, cerraba mis ojos y con la dificultad de no sentir al cien por ciento mis caderas y pelvis por la anestesia, enviaba toda mi energía ese lugar de mi cuerpo y a mi hijo. René dice que puje como media hora o más, yo no sé de tiempos, sólo sé que le hablaba a mi hijo dándole ánimo para seguir, pues quedaba poquito para conocernos.

Mientras estaba en eso, la matrona me dice "Caro, el Amaro va a venir cansado igual que tú, así que cuando salga seguramente se lo van a llevar y te lo traerán después", con esas palabras me entregé a Dios y le dije al Amaro "ya hijo, sal ahora, sal ya" y a los segundos escucho que dicen "¡mira René ahí viene!" entonces abro los ojos y veo a ser más hermoso del universo llorando a todo pulmón. Mi hijo era fuerte y no quizo que lo separarán altiro de su madre, así que lo puse en mi guata y... ¡Dios que hermoso recuerdo! sentí su piel y su calor... y lo amé el doble inmediatamente. Con su padre emocionado hasta el punto que se le olvidó sacar fotos, le comenzamos a hablar, a tratar de calmarlo... y así fue, dejó de llorar... ¡mágico!

Después de unos minutos, se lo llevaron para hacerle los inoportunos exámenes. René se fue con él y le hablaba constantemente, diciendole que estuviera tranquilo que él estaba a su lado... y Amaro lloraba poquito, estoy segura que sentía la protección de su padre... ¡más magia!

Sé que las cosas pudieron ser mucho mejores, pero así como fueron, fueron maravillosas. Amé a mi hijo desde el primer momento y a René al final del día lo amaba tres veces más. Agradezco a la vida la posibilidad de ser madre, de parir a mi hijito y de poder disfrutar de cada una de sus sonrisas que llenan cada rincón de mi corazón.

Para el próximo, EXIGIRÉ RESPETO!!

En el marco de la semana mundial del parto respetado escribí esta nota...

Del 21 al 27 de mayo es la semana mundial por un Parto Respetado. Una iniciativa que comenzó en 2003  la organización francesa sin fines de lucro AFAR (Alliance Francophone pour l’Accouchement Respecté) y que lamentablemente nueve años después todavía se mantiene.

Digo lamentablemente, no por no valorar esta conmemoración, sino porque si aún debemos tener semanas mundiales por un parto respetado es porque claramente todavía no se logra generar conciencia de la necesidad de volver a humanizar los nacimientos.

Han pasado tres meses desde que viví mi primer parto, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Me imagino que esa sensación durará por años, ya que es un momento tan inmensamente impactante que estoy segura jamás olvidaré. Sin embargo hoy, al analizar cómo se hizo todo, sin duda el "respeto" estuvo un poco ausente.

No habrá día más maravilloso -hasta que tenga otro hijo, supongo- que el día en que nació Amaro, pero cuando lo miro con distancia me doy cuenta que hay muchas cosas que me habría gustado que fueran diferentes. 

Todo partió al llegar a la clínica. Contrario a lo que pensaba, ahora siento que la llegada al centro hospitalario entorpeció un proceso que en mi casa fluía naturalmente. Luego de 9 horas de trabajo de parto en la privacidad y tranquilidad de mi hogar, controlando completamente mi cuerpo y dejando que las contracciones hicieran su maravilloso trabajo, nos dijeron "ya! vénganse a la clínica".

Cuando llegamos el choque fue violento. Tuve que esperar a que mi matrona se desocupara de otro parto en una sala de espera común y corriente, donde todo el mundo miraba cómo junto a René respirabamos en cada contracción, privacidad: cero. Luego, las paramédicos estaban histéricas cuando les dijeron que tenía ocho centímetros de dilatación y no hacian más que apurarme para bajarme al pabellón... y yo, la parturienta, estaba ultra relajada!!! Una vez en el pabellón, el doctor a cargo no quería dejarme ingresar porque no llegué con los "papeles de ingreso"... pensé en decirle "eehhh señor, lamento no haberlos podido retirar entre contracción y contracción, pero mi papá ya los trae!", pero la verdad, tenía mis energías centradas en traer un niño al mundo. En el pabellón me separaron de mi compañero, mi pilar, mi amor René, por lo que no tuve fuerzas de rechazar una epidural que ahora sé fue totalmente innecesaria, ya que lo que me dolía no eran las contracciones, sino el tacto que hacia mi matrona para alcanzar los dos centímetros que me faltaban.

Recuerdo que le dije, "¡¿cuando dejarás de hacer eso?!" ¡con un deseo de que nadie más me tocara! y me respondió "es que así es esto, por eso te recomiendo la epidural para que no te duela". En mi inexperiencia acepté, pero ahora sé que ese procedimiento no es necesario, el cuerpo femenino no necesita "ayuda" para aumentar la dilatación, ¡¡de hecho llegué a los 8 sin que nadie me tocara!!, pero lamentablemente no hice ese análisis en el momento y me dejé convencer de sus "beneficios", los que ahora entiendo eran más para el equipo médico que para mi, pues me provocó severas bajas de presión que me impidieron disfrutar plenamente de las primeras horas de vida de mi hijo.

Para qué hablar de la conciencia de privacidad en el pabellón, de no ser gracias a mi doctor las puertas del lugar habrían estado siempre abiertas y todo el mundo podría haber visto en primer plano el camino de Amaro a este mundo... gracias doc por la consideración!!

Y para qué hablar del puerperio... asesoría de lactancia?? asesoría de cómo mudar a un niño?? lactancia exclusiva?? qué son esas cosas?!. El problema es que en ese momento no fui consciente de las constantes faltas de respeto hacia mi parto, hacia mi y hacia mi hijo. Pero lo peor es que creo que quienes me "ayudaban" en este nacimiento tampoco eran -ni son- concientes de las faltas de respeto que cometían... ¿por qué? porque como sociedad hemos olvidado que la llegada de un ser a este mundo es un milagro, un proceso mágico y en el que sólo las mujeres en trabajo de parto tienen las herramientas para llevarlo a cabo. Hemos convertido el embarazo en una enfermedad en la que el parto es el peor síntoma... así ¿cómo podemos sentirnos tranquilas al parir?

Recuerdo que mi sensación en ese momento era "por favor no me toquen, dejen que mi cuerpo y el Amaro hagan lo suyo", pero mi cabeza corrompida por la habladuria científica me dijo "pero carolina, no! deja que ellos te ayuden"... ¡¡el parto no es el momento para escuchar lo que dice la cabeza!! es el momento más animal que podemos vivir, ¡sólo es instinto! y es necesario dejarlo fluir.

Podrán tratarme de cuática, exagerada o muchas cosas más, pero así como luché contra una construcción cultural que practicamente me obligaba a hacerme una cesarea innecesarea (buena rima), si la vida me premia con un segundo hijo lucharé por un parto natural y exigiré que me lo respeten, porque el cuerpo y la guagua son míos, y sé que en nosotr@s está todo lo que necesitaremos. Invito a todas las mujeres a empoderarse de sus cuerpos y bebés, y exigir el respeto que un milagro se merece.

PD: al leer la nota encontré que le faltó lo lindo, pero si lo agrego quedaría muy larga... así que escribiré otra donde sólo resaltaré el milagro de la vida.

... Y con el pie moviendo el coche!!

Esta fue la primera nota que escribí con mi Amaro en brazos. La publiqué el 22 de mayo de 2012, mi pollito estaba por cumplir tres meses...

Hoy me vi en lo que podríamos llamar una clásica escena de mamá: lavando una ruma de loza, en pijamas y con un pie meciendo el coche donde Amaro ya mostraba señales de que no le gustaba la situación. "Si alguien me viera, se reiría de mi" pensé, porque ¡hasta a mi me dio risa!. Ahora, al final del día recuerdo ese momento y siento ganas de contarlo junto con muchas otras cosas que me pasan en este nuevo tiempo y espacio de mamá.

He decidido comenzar a tirar para afuera, porque si bien la soledad del puerperio te hace crecer, también a ratos te ahoga. Decidí también que lo que de mi salga lo dejaré a la vista de quien quiera mirar, pues actualmente la maternidad se vive de forma tan solitaria que creo que ventilarla un poquito no le hace mal a nadie.

Tras escribir los dos primeros párrafos, me quedé unos minutos pensando "y ahora cómo sigo". Son tantas las cosas que he sentido en estos tres meses de mamá (porque mejor dejaré el embarazo aparte, o si no uf!!) que me fue dificil escoger una, ya que no tengo mucho tiempo para explayarme con la experiencia entera.

Finalmente, decidí seguir por donde empecé: el cliché de mamá. Antes de asumir la responsabilidad de hacer familia, cuando era una "adulta joven profesional semi burguesa" como alguna vez irónicamente nos definimos con unos amigos, jamás me habría imaginado que viviría una situación como esa. Es más, ¡no sabía ni siquiera si quería tener hijos! y hoy estoy aquí, en pijamas aún, pendiente de una camarita donde veo a mi pequeño durmiendo en su cuna, haciendome la lesa con la nueva ruma de loza que se acumuló en mi cocina y ni hablar de la ropa sucia.

La vida te cambia completamente. Sí, es cierto, esa es otra frase cliché que te dicen cuando estás embarazada, pero creanme, ¡es verdad!. Una no dimensiona lo que significa tener un hijo en tu vida, te pueden decir muchas cosas, e incluso estas palabras que escribo seguramente no lograrán que una futura mamá o papá sepa realmente lo que viene. Simplemente hay que vivirlo... porque es maravilloso.

Quien lea estas palabras seguramente no entendió el último calificativo que escribí, pues no suena nada "maravilloso" pasar más de 2 dias sin ducharse -me delato- no poder ni ir al baño tranquila y para qué entrar en los detalles de lo que significa amamantar a libre demanda. Pero si, es maravilloso, porque cuando se tiene un hijo en brazos es el momento de tu vida en el que entiendes qué es lo que realmente vale la pena en esta vida: el amor.

El amor es el único sentimiento capaz de todo, y una sólo conoce el verdero amor al tener un hijo. No me ducho, no hago las cosas en la casa, no tengo más tiempo libre que el que ocupo para escribir estas palabras porque prefiero mil veces mirar a los ojos a mi hijo y ver como se iluminan con una sonrisa, acariciarlo mientras amamanta por laaaargos minutos, dormir con él sobre mi pecho sólo para sentir como respira tranquilamente al saber que está entre los brazos de su mamá. Todo eso porque lo amo inmensamente y quiero disfrutar cada segundo de esta etapa tan cortita, pero tan intensa.

Y es cierto, por ese amor que le tengo es que estoy dispuesta a dejar en pausa mi vida, para vivirla en función de sus necesidades. Es una elección dificil, y mentiría si no dijera que a ratos cuesta sostenerla, pero ahí está el amor.

Seguramente, en unos cuantos meses más podré volver a ducharme y vestirme todos los días, la etapa más demandante es la que estamos viviendo en este momento, incluso tengo que volver a trabajar -lamentablemente por lo demás- pero está claro que vendrán nuevos desafíos y nuevos clichés. Es posible que sea la mamá de corre detrás del niño que recién aprendió a caminar, la que se sienta por horas para hacer la tarea, la que reclama porque no ordenó su pieza y la que sin duda se hará la buena onda con cada polola que traiga a la casa... pero si tengo una certeza: seré una madre que ama a su hijo por sobre todas las cosas y que estará siempre dispuesta a dejar su vida en pausa para ayudarlo con lo que necesite.

Hasta aquí por hoy, ahora a dormir espero que hasta las 4 am ;)