miércoles, 21 de noviembre de 2012

¿Y si esto fuera un matriarcado?

Hace algunas semanas vi una galería de fotos en la que se muestra a la diputada italiana PPE Licia Ronzulli trabajando junto su hija Vittoria. Inmediatamente me puse la camiseta con la idea y me pregunté ¿por qué todas no podemos hacerlo con nuestr@s hij@s? La respuesta evidente sería "¡porque no se puede!"... ya, pero ¿por qué no se puede? la respuesta real es porque el mundo laboral está diseñado por y para los hombres, y como ellos no están hechos biológicamente para no separarse de sus hijos, entonces asumen que nosotras tampoco.

Craso error, pues tal como señala el pediatra español Carlos González en su libro "Bésame Mucho", las mujeres tenemos una inclinación genética, espontánea, a permanecer junto a nuestr@s hij@s. Es gracias a ese gen es que aún existimos, ya que si hace miles de años atrás los bebés se hubieran quedado solos, habrían muerto siendo devorados por depredadores, de insolación, frío, etc. Por lo tanto, hasta que no veamos que nuestros retoños son capaces de vivir sin depender de nosotras, naturalmente necesitamos estar junto a ellos. 

A esto podemos sumar que de acuerdo al pediatra español, al menos hasta los dos años el o la niña deben alimentarse con leche. Entendiendo que existe lactancia materna, para que ésta se prolongue hasta esa edad, es necesario que haya libre demanda, cosa que evidentemente no ocurre si la madre trabaja, por lo que se hace difícil -pero espero que no imposible- mantener la producción de leche.

Pero ¿qué nos obligan hacer? pues a cortarnos las tetas, romper el nexo mamá/bebé, comprar un tarro con leche de fórmula y dársela con una mamadera, salir de nuestra burbuja maternal y ponernos a trabajar con un nudo en la guata y las lagrimas acumuladas en los ojos y el corazón. Todo esto por qué, porque vivimos en un patriarcado.

Entonces me puse a pensar... ¿cómo sería si diéramos vuelta el escenario? Uf! mi cabeza no dio abasto con tantas imágenes de ese mundo lleno de amor maternal y vida. Partiendo por lo básico, guerras... ¿qué es eso?, armas... ¿quién las necesita cuando hay besos y abrazos? Sí, de verdad creo que un mundo ordenado desde el amor materno sería así, y quién no me crea le invito a recordar uno de sus momentos de mayor tranquilidad y amor y le apuesto que, o se acuerda de su madre o se ve a usted misma junto a su hij@.

Pero para hacerlo más "creíble" para las y los "incrédulos", comencé a imaginar cosas básicas que deberíamos cambiar para poder participar de este mundo como mujeres íntegras, no como los seres castrados en los que actualmente debemos convertirnos.

1. Trabajar con nuestr@s hij@s: cuando nos sintamos preparadas para salir de casa y andar con nuestra cría a cuestas, deberíamos poder ir con ellas al trabajo. Para eso nuestras oficinas tendrían espacios acondicionados para que las y los peques se entretuvieran (al igual que los que existen en nuestro hogar), tendríamos  el tiempo para amamantar a libre demanda, mudar, hacer dormir, jugar. Como no estamos solas en el mundo, otras mamás también llevarían a la pega a sus hij@s, por lo que ell@s se relacionarían de manera natural y nosotras podríamos compartir diariamente nuestras experiencias. Obviamente a nadie le molestaría que "rindiéramos" menos laboralmente, la bulla de los juegos (no digo llantos, pues las y los bebés están con sus madres, por lo tanto, no lloran) ni los olores, ya que recordemos que estamos hablando de un mundo ordenado desde la maternidad y donde, por lo tanto, de valoraría el trabajo de criar.

2. Respeto por las lunas: Cuando una mujer esté con su luna tendría el derecho de hacer lo que mejor le parezca. Si no se quiere levantar, ¡pues que no lo haga! será que su cuerpo necesita recuperar energías luego de cambiar de ciclo. Si quiere llorar, ¡que llore a moco tendido! y nadie la miraría feo, todo lo contrario, le traerán helado incluso si le antoja. Cuando le pregunten "¿qué te pasa?" ella dirá "¡estoy en esos días!" con una sonrisa en su cara y quien pregunta responderá "¡ah!, que riiiico ¿se te antoja un chocolatito?". Las niñas celebrarán su menarquia y las menopausicas, como las mujeres sabias que son, acompañarán y orientarán a las más jóvenes en sus procesos sexuales.

3. Cirugías plásticas sólo reconstructivas: Se realizarán sólo tras lesiones por accidentes o para mejorar la calidad de vida, pero los implantes mamarios, liposucciones, botox y esas cosas no existen, pues las mujeres sabrían que su cuerpo vale por ser creador de vida, y por lo mismo lo cuidarían como un templo sagrado, no se mutilaría para hacerlo más atractivo para nadie. Es bello naturalmente.

Estas son algunas de las cosas que se me vienen en este momento a la cabeza, pero sin duda hay muchas más, algunas incluso aún no son conscientes, pues estamos tan aplastadas por este sistema que nos/me cuesta re-conocernos y por lo tanto des-cubrir nuestras verdaderas necesidades.

Siento que por demasiado tiempo nos han/hemos engañado con que la valoración y reconocimiento de la mujer pasan por su participación en el mundo público, por su reconocimiento exterior, por sus logros en el afuera, cuando lo ideal sería -desde mi corazón- que ese mundo exterior fuera capaz de mirar hacia adentro y valorar lo que allí pasa como un complemento indispensable.

No deberíamos tener que salir de la casa mientras criamos, ni deberían obligarnos a separarnos de nuestras crías si decidimos salir, como tampoco deberíamos ser maltratadas si nos quedamos abandonando trabajos y siendo mantenidas por nuestras parejas. La sociedad debería cambiar el enfoque y fomentar que nos quedáramos en nuestro hogar mientras nuestr@s hij@s aún fueran pequeñ@s, entregarnos herramientas para salir con nuestras crías a cuestas cuando sintiéramos que podemos hacerlo. Se debería proteger por sobre todas las cosas la diada madre/hij@ pues es desde ahí que se construye un ser humano.

¡Ah! y no soy feminista, en el fondo no creo que haya que cambiar un patri por un matri, creo en el equilibrio, en los complementos. El problema es que actualmente nosotras no existimos, por eso hay que amar fuerte.

viernes, 9 de noviembre de 2012

¡¡Quiero mi guatota!!

Desde hace unos días siento nostalgia de mi embarazo. Cada vez que veo a una futura mamá me dan unas ganas enormes de volver a vivir ese hermoso proceso en el que cree vida en mi cuerpo. ¿Han dimensionado lo maravilloso que es estar embarazada?

De la unión de dos cositas ínfimas, 40 semanas después nuestro cuerpo da a luz a un ser humano que nosotras hicimos desde cero. Por un momento, tuvimos dos almas y la energía que nos rodeaba era sublime. Nuestros sentidos se abrieron y nuevas sensaciones nos recorrieron física y espiritualmente... ¡ahhhh como extraño aquellos días!.

Recuerdo que cuando estaba en mi primer trimestre por las noches me acostaba abrazando mi guata, esperando sentir el movimiento de mi pollito. La primera vez fue en el trabajo, pero me quedé con la duda si había sido una tripa o mi hijo. Unos días después confirmé que había sido él, fue emocionante, al fin sentía una vida en mi. Desde ese día y hasta hoy no puedo dejar de acariciarlo.

Lejos uno de los mejores momentos eran las clases de yoga prenatal en Obsnatura, nos conectábamos a través de asanas y mantras, aprendimos a conocernos y nos pusimos de acuerdo para trabajar juntos cuando llegara el día de su nacimiento. Hasta ahora cuando escuchamos Snatam Kaur, Amaro cambia su actitud, es como si esa música le recordara el bello proceso que compartimos siendo uno.

Otros instantes mágicos eran cuando René acariciaba mi guata y hablaba con nuestro hijo. Le contaba cosas del día, lo que harían cuando saliera del cuerpo de mamá, a que iban a jugar... ellos también construyeron una relación mucho antes que Amaro naciera. Sólo así me explico que cuando llegó ese día, mi pollito tras ser separado de mí para los inoportunos exámenes apenas lloró, pues su papá estuvo a su lado diciéndole a cada instante "tranquilo chancho, aquí estoy contigo".

Me arrepiento de la ansiedad que tuve las últimas semanas de embarazo. Me sentía tan presionada por todo aquel que me preguntaba "y? cuándo? tienes contracciones?" que empecé a angustiarme, pues los días pasaban y Amaro, después de asustarnos durante diciembre y enero, ahora resultaba que no quería salir del cuerpo de mamá. La falta de confianza en mi poder de mujer me hacia temer una inducción, o peor aún cesárea. Ahora miro hacia atrás y pienso "¡que lesa!", pero bueno, supongo que es lo que a muchas primerizas les puede pasar.

Estar embarazada también tiene otros beneficios más triviales, pero no por eso menos importantes ¿o díganme que no era genial como te trata la gente? Tu familia te cuida y regalonea como nunca antes, te traen desayuno a la cama, te compran cosas ricas y nutritivas, ¡no te dejan pararte ni para dejar una taza en la cocina! En la calle la gente te mira con ternura, te dan el asiento en todos lados, no tienes que hacer ninguna fila -cosa que extrañé hace unos días cuando fui al banco sola después de mucho tiempo- y al menos en mi caso, sentía que el mundo nos tiraba puras buenas vibras.

Lastima que ese proceso lo vivimos tan pocas veces en la vida. Envidio un poco a mi bisabuela que tuvo más de 10 embarazos -aunque no creo que se los haya disfrutado igual-, pues yo con suerte lo viviré una vez más, ya que criar es maravilloso, pero cuesta, y en este sistema que nos absorbe tanto, al menos en mi caso tener más de dos hijos sería complicado (aunque dejo las cosas en manos del universo...)

Espero que la vida me regale la posibilidad de engendrar un nuevo ser una vez más. Ahora me siento mucho más preparada para disfrutar aún más ese proceso, hay tantos miedos y angustias que superé con la llegada de Amaro que ansío poder vivirme un embarazo sin esas sombras, empoderada y con más amor, pues en una segunda vez ya no es sólo tu pareja acompañándote día y noche, es TU familia,  tu primer hij@ también está ahí viviendo ese proceso contigo, re-conociendote como mamá, viendo todo el amor y fortaleza que puedes entregar, ¿qué mejor motivación para dejar fluir nuestra naturaleza de darle ese ejemplo de entrega a tu hij@?

Quiero tener una guatota una vez más, dormir con un cojín de lactancia, hacer pipí como 5 veces en la noche, estar ultra sensible, moverme más lento... quiero volver a sentirme una mujer poderosa creadora de vida y amor.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Un día volará...

Amaro aprendió a desplazarse solo. Cuando está en nuestra cama rueda de un lado al otro para buscar un juguete o algo que le llame la atención. Me emociona verlo,  pues siento que es un momento importante en nuestras vidas, un nuevo paso hacia su desarrollo como ser humano independiente de mamá.

Cuando nuestr@s hij@s nacen, si bien salen de nuestro cuerpo, siguen tan unid@s a nosotras como durante el embarazo. L@s seguimos alimentando, cobijando, entregando amor y prácticamente l@s soltamos sólo para ir al baño o cuando alguien nos pide tomarl@ un rato (¡pero un ratito no más!). Pero si pudiéramos preguntarles dónde quieren estar les aseguro que la respuesta sería "¡en los brazos de mamá!".

Sin embargo, el tiempo no pasa en vano y nuestros retoños van creciendo. Un día te reclaman porque no quieren estar más acostados, luego comienzan a querer estar sentad@s, de pronto l@ estás mudando y oh! se puso de guatita. Grandes logros en tan sólo 4 ó 5 meses, con los que una chochea y le cuenta a todo el mundo las gracias que están haciendo.

Pero esto fue distinto. Estábamos jugando en la cama después de una rica siesta mañanera cuando mi gordo vio en el otro extremo de la cama su juguete, entonces estiró el brazo para alcanzarlo, pero no pudo así que decidió rodar hasta él. Por primera vez en su vida mi hijo se alejó voluntariamente de mi lado, por sus propios medios, para alcanzar lo que deseaba. Al escribirlo me vuelvo a emocionar pues ese acto tan simple es todo un avance en su crecimiento como ser humano y también en mi camino de madre.

Cuando tomó su juguete se quedó ahí con él, "lejos" de mi, sonriéndome a la "distancia". Él estaba feliz, y yo emocionada de ver como mi pollito quiso "independencia". Ahora vendrá el proceso de mejorar la técnica. Probablemente comenzará el gateo, para pasar de a poquito a caminar, luego correrá y así continuará su vida dando pasos cada vez más firmes y lejos de mamá. Claro está que la separación me duele, no puedo negarlo, pero entiendo que forma parte de mi crecimiento como madre.

Mi hijo comienza a entender que su vida no transcurrirá pegadito a mi, y si bien siento que a ratos le gusta, todavía la mayor parte del tiempo prefiere jugar o mirar el mundo desde mis brazos. Pero sé que eso se irá transformando y que cada día comenzará a pasar más tiempo alejado, creando su metro cuadrado.

Tengo súper claro que mi rol en ese proceso es el de apoyarlo y motivarlo a tomar las riendas de su destino, entregándole la mayor cantidad de herramientas posibles, y créanme que es lo que trato de hacer diariamente... pero debo confesar que a veces quisiera tener un control remoto con el que pudiera detener el tiempo y retrocederlo hasta el embarazo, vivir una vez más todo el proceso hasta hoy, volver a detener, volver a retroceder y así sucesivamente. Y es que estos meses han sido maravillosos y siento nostalgia de que acabe. Sé que lo que viene será igual o más bello, pero hoy, en este instante, no quiero que mi gordito siga creciendo tan rápido. Quiero poder abrazarlo y besuquearlo sin que reclame, quiero sentirlo pegadito a mi mientras amamanta o paseamos en su mei tais, quiero que durmamos juntitos por muuuuucho tiempo más.

Sí, en este instante soy totalmente egoísta, pero estoy segura que toda mamá ha experimentado estas sensaciones y la verdad es que creo que no debemos sentirnos culpables por querer a nuestros pollos bajo nuestras plumas por siempre, ¡pero si parimos a esos críos, por Dios! La diferencia está en que desde el inmenso amor que les tenemos entendemos que eso no debe ser posible -porque si puede llegar a ocurrir-, pues tenemos que ser respetuosas de los procesos de crecimiento de nuestr@s hij@s, y no nos queda otra que respirar profundo, apretar la guata y soltarles la mano para que caminen sol@s cuando sientan que están preparados, no transmitirles miedos e inseguridades, sino que entregarles herramientas y alentarlos a usarlas.

Como dicen por ahí, "l@s hij@s son prestad@s", no son de nuestra propiedad, el universo nos l@s entrega para que les enseñemos a caminar y volar, y nuestra mayor alegría debe ser verlos volar alto y lejos... aunque también nos haría felices que de vez en cuando volaran de vuelta al nido por un ratito.