Cuando las mujeres nos embarazamos somos seres llenos de luz. La energía pura que crece en nuestro interior es tan fuerte que sale y nos rodea con un aura brillante. Nos vemos radiantes y nuestro entorno lo percibe. La familia y amig@s nos tratan con cuidado y cariño, los no tan cercanos se animan a hablar y preguntan cómo estás y la gente en la calle nos mira con ternura.
Luego, llega el día del parto y sé que muchas coincidirán cuando digo que a pesar de lo poco respetado o violento que éste pudo ser, es el día más maravilloso de nuestras vidas. Al fin tenemos en nuestros brazos a ese ser que creamos en nuestro cuerpo. Al fin también nacimos como madres.
Sin embargo ese segundo nacimiento es menos comentado. Tod@s, e incluso nosotras, estamos en éxtasis con la nueva criatura. No pensamos ni hablamos de otra cosa que no sea del bebé, y en nuestro caso es como debe ser, pues siento que la mejor manera de enfrentar la maternidad es entregarse por entero, como dice Laura Gutman, es sumergirse en las profundas aguas del puerperio y permitirnos nadar libremente en ellas.
El problema es que aunque queramos, no somos sirenas. Necesitamos salir a la superficie y tomar aire, pero a veces nos sumergimos demasiado y las fuerzas para nadar hacia el exterior se nos acaban, y ¿qué pasa si nuestro entorno sólo tiene conciencia del nacimiento de un bebé, y no el de una madre? ¿qué pasa si sólo quieren disfrutar de las "gracias" del bebé y no prestan atención a esa madre que se ahoga en ese mar lleno de torbellinos de incertidumbre, amor, cansancio?
Lamentablemente, en nuestra sociedad actual al parir las mujeres/madres no sólo entregamos un hij@ a este mundo, sino que también entregamos nuestra visibilidad. El nacimiento de una madre no se ve, e incluso muchas de ellas ni siquiera lo sienten, o no lo entienden. Parece ser que al igual que sus retoñ@s no saben qué pasó, pero evidentemente algo cambió y tomará un tiempo y mucho esfuerzo acostumbrarse a vivir en este nuevo mundo.
Pero al menos, el o la bebé lloran, se hacen caca, se hacen notar, son tremendamente visibles. Sin embargo, una madre recién nacida calla, se oculta, observa, se hace poco a poco cada vez más invisible. El entorno no es capaz de ver a esta recién parida, sólo ve a la misma mujer de hace 40 semanas atrás, pues ya no tiene esa guata enorme, quizás está con unos kilos de más, pero se ve "normal", por lo tanto se le trata como a cualquiera. Incluso, muchas madres recientes se ven a si mismas de esa forma, pero cuando tratan de actuar como lo hacían hasta antes de entrar en ese estado "embarazoso", se dan cuenta que no pueden, es como ponerse los zapatos de otro, se siente raro, te tropiezas, y no entiendes por qué si todo se ve igual.
El error que comente esta sociedad es que ve a la madre y al bebé por separado, pero si hiciéramos el ejercicio de verlos como una sola cosa, ¡vaya que cambia el escenario! Esta mujer no es la misma de hace 9 meses, ahora tiene un ser humano pegado a su cuerpo, no oculto en él, sino que visiblemente aferrado a su pecho. Ya no es -y no será por mucho tiempo- una persona, es una diada, en la que el o la bebé no viven sin su madre, y la madre no está bien si no es capaz de entregarse a ese bebé.
En el mundo en que vivimos esta forma de ver la maternidad no existe, es invisible, e incluso las madres recién nacidas no son capaces de verlo. Por eso necesitamos que alguien nos guíe hacia ese mar puerperal, que nos acompañe mientras nos sumergimos para conectarnos desde ahí con nuestr@ bebé, con el "yo mamá" y que nos ayude a salir al exterior para recuperar fuerzas, para procesar lo que encontramos mientras buceamos en nuestras emociones más profundas.
Pero hoy, ¿quién tiene la capacidad de ver a estas madres invisibles y el tiempo de acompañarlas en este proceso? Parece ser que sólo otras madres invisibles pueden reconocer a esta diada perdida en los mares post parto. Para el resto del mundo no existimos, es como si nuestra mujer/mamá/bebé estuviera creada en un formato que no es compatible con la forma que codifican los ojos de la sociedad. Pero cuando nace una mamá, sus códigos visuales se transforman con la oxitocina que fluye por montones, que sumado a un des-velo y despertar de nuestra conciencia permite que nos re-conozcamos y rescatemos del ahogo seguro.
Para tristeza de muchas madres y sus crías, no todas se atreven a bucear atendiendo esa necesidad de encontrar respuesta a eso que les pasa, o quizás algunas lo hacen, pero no tienen la suerte de ser vistas por otra diada. Por eso agradezco que mi historia sea diferente.
Angustiada por las miles de sensaciones sin nombre que me recorrían, con mi hijo pegado al pecho, sola en las cuatro paredes de mi departamento desde el que veía la lluvia caer, decidí sumergirme y seguir unas pequeñas lucecitas que estaban en el fondo de mi mar puerperal. A medida que me acercaba la luz crecía y mi alma se calmaba sabiendo que encontraría un refugio. De pronto, un grupo mujeres/madres/bebés me agarró y abrazó fuerte. Con sus manos acariciaron mi pelo y el de mi hijo, me ofrecieron un sitio para descansar y se sentaron a mi lado con sus crías en los brazos, pero mirándome atentamente, alentándome a hablar. Saqué de mi corazón todas esas sensaciones sin nombre y poco a poco, estas diadas fueron hablando e identificándolo todo. Mi alma al fin encontró un respiro.
En este mundo invisible son las emociones las que mandan, las energías que se transmiten las que alimentan su existencia. Somos todas invisibles, muchas ni siquiera nos hemos tocado, no nos conocemos de la manera que se acostumbra en el mundo material del que venimos. Pero eso no importa, nuestros corazones caminan juntos, se acompañan, se contienen, se abrazan para fortalecerse y celebrar. No es necesario -aunque cuando ocurre es mágico- en contacto físico, pues lo que nos une es lo más grande que existe: es nuestro amor hacia nuestr@s hij@s.
Para ustedes, mis queridas amigas invisibles, estas palabras de agradecimiento por cara palabra, por cada caricia, por cada abrazo que le han dado a mi hijo y a mi corazón. ¡Grandes bellas y empoderadas mujeres/madres/bebés! ¡Grande Mamitas Pro!
Que hermoso!!! me sentí tan identificada con todo...tan invisible que somos para esta sociedad. Mis anhelos siempre van enfocados a que SÍ se puede lograr un cambio...Gracias por compartirnos tan bellas palabras, un abrazo enorme y lleno de cariño!!!
ResponderEliminarMe inclino ante el ser de luz que habita dentro de ti, mujer madre mamifera igual a mi, somos hijas de la misma madre, La Tierra!
ResponderEliminarLa diada mamá-bebe cada día tiene más fuerza, más poder! Gracias a la tribu, que nos da eso que tanto necesitamos, atención, contención y amor símil.
Gracias por este sublime espacio!
ooouuuu!!!! qué lindo!! Tus palabras me identifican, pues muchas veces uno misma entra en un estado de invisibilidad, en donde el único ser importante es el bebé y es de él o ella del que tenemos que preocuparnos. Pero qué pasa con nosotras, las madres???
ResponderEliminarTambién han sido para mi una gran compañía, un apoyo y pilar fundamental para sentir que no estamos solos con mi compañero en esto; que hay miles de madres y padres que van en la misma línea, por una crianza respetuosa, que en estos tiempos la sociedad no acepta y mira con ojos de recelo e incomprensión.
Grande Mamitas PRO!!!
Me encanta lo que estas haciendo amiga, lo que creo es que las mujeres estamos más invisibilizadas de lo que pensamos, durante años y en torno a todos los roles que por naturaleza y por cultura cumplimos. Son experiencias como esta las que nos hacen reconectarnos y rearmarnos de una manera distinta, eso es maravilloso. Fuerza mamitas PRO!
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